
Foto: AFP
Por Gastón Saiz
De la Redacción de LA NACION
Luciana Aymar ni siquiera estudió a la arquera de cuerpo entero. Sólo le miró sus pies. El músculo tenso, el sablazo con los ojos cerrados y la bocha a la red enlazaron un viaje de no más de un segundo de duración. Entonces, la genia que estaba sola y reconcentrada se arrodilló de la emoción y descubrió de pronto el abrazo de sus compañeras. Ya estaban saltando todas.
La celebración en Sydney por el tercer título del Champions Trophy, luego del empate 0-0 ante Australia y la victoria 4-3 por penales, quizás represente una mera excusa. Probablemente haya sido una invitación a volver a ser, el año próximo, las mejores del mundo. Todo un desafío. Rosario sí está más cerca ahora: el 30 de agosto de 2010, la ciudad cortará la cinta de la inauguración del Mundial. Será el terreno ideal para recrear la fábula de las chicas en lo más alto del podio, como en la gesta de Perth 2002, aunque con el agregado de tribunas abarrotadas y pintadas de celeste y blanco.
"Ojalá que se cumpla la planificación", repite el DT Carlos Retegui, con la frialdad que supone un proceso metódico y coordinado. Esta conquista en el Olympic Park, donde a principios de siglo se estampó el sello de garantía de las Leonas, es un salto de crecimiento para atrapar la gloria en el Jockey Club, escenario de la próxima Copa del Mundo. Aunque la asignatura allí será todavía más ambiciosa que destronar a Holanda: reconvertir al seleccionado en el equipo del pueblo, de la gente. Llevarlo al más alto grado de popularidad.
Para esta doble cruzada, ya desde el bautismo del ciclo de Retegui en marzo pasado, los conductores trabajan mucho en la mente de las jugadoras para que los pies sigan sobre la tierra. Una de las cuestiones por resolver, no menor, es en dónde se alojará el plantel en la ciudad de Rosario para no verse envuelto en la vorágine de la euforia adolescente. Hasta hoy, se impone la idea de encontrar la tranquilidad en un lugar apartado y no exponerse al ruido de un hotel céntrico. En todo caso, que la exposición se concrete desde la cancha y hacia las tribunas, y no en el apretujamiento de un lobby.
Sucede que, en este renovado grupo, hay algunas que todavía no sintieron el calor de la gente en su máxima expresión, y es sabido que tanto amor también puede matar. "Debemos ir preparándonos de la cabeza porque no es normal un Mundial en tu país. Para que vuelva a jugarse aquí pueden pasar 30 o 40 años y tal vez no estemos nosotros. Creemos que con el apoyo del público habrá una gran ilusión", confía Retegui, el hombre que tomó lo mejor de Sergio Vigil y Gabriel Minadeo e introdujo al equipo en una nueva dimensión.
Desde diez años atrás a esta parte, el hockey femenino devino en un juego de 22 chicas hiperatléticas con una capacidad de resolución tres veces mayor, tanto física, como técnica y mental. Excepto que alguna sea un dechado de habilidad, como la alemana Natascha Keller, este deporte ya no acepta rellenitas, sino jugadoras de alto rendimiento dispuestas a volar y luchar tenazmente a lo largo de 70 minutos. Con más razón: a partir de la regla del autopase, la dinámica se aceleró al punto de tener que decidir en milésimas de segundo.
Las Leonas se subieron gustosas a la era moderna del juego y ya conforman un balance perfecto entre cinco o seis pilares y el promisorio talento de las más jóvenes. A la aptitud sin límites de Lucha la respaldan los años de rodaje de Burkart, Russo, Gulla y García. La oleada de nuevas-experimentadas trajo el ojo clínico de Barrionuevo para los córners cortos, el andar de purasangre de Carla Rebecchi -se reveló como la delantera Nº1 del equipo- la versatilidad de Kañevsky, el aplomo de líbero de D´Elía, el radar atento de Luchetti y esa sana irreverencia de Belén Succi, ya que toda gran arquera como ella debe tener su dosis de locura .
El andamiaje se complementa con las chicas de la última horneada: el talante todavía salvaje de la wing Carla Dupuy, el olfato de Merino, el hockey práctico de las hermanas Sruoga y los larguísimos tentáculos de Scarone. Ninguna de estas últimas supera los 22 años.
Las piezas van encajando rápido y por delante hay un año para el ensamble final. Retegui confirmó su apuesta de riesgo y le salió bien, porque no es fácil decirle a una consagrada: "Diste todo, gracias, pero ya no te necesito" , a riesgo de hundirse junto con jóvenes inexpertas. El Chapa se animó y las chicas le respondieron de maravillas. Lo hicieron otra vez: las Leonas actualizaron su leyenda con otro gran impacto.
FUENTE: lanacion.com.ar