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Enviado especial
ROSARIO.? ¡Cinco! ¡cuatro! ¡tres! ¡dos! ¡uno! ¡¡Campeonas!! El reloj marcaba todavía la cuenta regresiva de la gloria y ya saltaban envueltas en lágrimas todas las Leonas. Pero también lo hacía un país entero, que se conmovió con el esfuerzo y la irreverencia de estas chicas. Ellas catapultaron a la Argentina a la cima internacional del hockey femenino: el título del mundo y, como plus, el N°1 del ranking.
El desenlace feliz tuvo enfrente al villano favorito, Holanda, que llegó como defensor del trono y sucumbió, finalmente, luego de un 3-1 inapelable. Cierre formidable e idílico para un conjunto que se volvió ejemplo y leyenda desde hace una década, y que hoy festeja su segunda coronación mundial tras la gesta en Perth 2002.
Un seleccionado que desde hace 12 años figura siempre entre los cuatro primeros puestos, sean Juegos Olímpicos, Copas del Mundo o Champions Trophy, merece el reconocimiento unánime. Un trabajo que, más allá de los estilos de conducción y de la mayor o menor calidad de las jugadoras, se valora y trasciende con la mejor calificación porque deja una huella. Una forma de ver la vida desde el esfuerzo, muchas veces silencioso, y el deseo de crecer como personas y deportistas a la vez. Aquí no hay cifras astronómicas en juego ni existen futuros asegurados; sólo es el envase de una actividad amateur que, por su fachada y su grado de compromiso, tiene algún lazo con el profesionalismo. La mayoría de estas jugadoras, algún día, serán madres felices por haber cultivado una disciplina desde muy chicas, entre amigos del club, con el recuerdo añadido de copas, trofeos y laureles.
La fantástica noche rosarina que le dio el marco a la final se asemejaba a Disneylandia, sobre todo cuando los fuegos artificiales conformaron el fondo de pantalla de las Leonas en el podio. Hasta las inglesas saltaban de alegría con el "Oh oh oh" del Himno Nacional. En cambio, nada querían festejar las holandesas, resignadas ante la evidencia de que hoy están en un nivel inferior respecto de la Argentina.
Se almacenarán los datos de una campaña perfecta de las Leonas, con siete victorias y apenas cuatro tantos en contra. En una mirada global, el ciclo de Retegui conmueve, porque en 14 meses logró un Mundial y dos Champions Trophy. Sus números son incontrastables porque en esos certámenes les ganó a todos los seleccionados, con una fórmula arrolladora y jugadoras que hallaron otra forma de actuar; más dinámica, más efectiva y atrapante.
A Aymar le gritaban "¡Y Lucha no se va..!", en el intento de que modifique ese pensamiento que la pone en duda para los Juegos Olímpicos de 2012, el gran desafío que le espera al seleccionado. Aquí, Lucha fascinó tanto con su juego y sus cinco goles que, una vez más, fue premiada como mejor jugadora del torneo. Como nunca, y para siempre, es el ícono y modelo de esta ciudad.
La Argentina se mostró como ese vendaval que es la esencia y el basamento de su actualidad. Muy rápido consiguió la ventaja tranquilizadora. Rebecchi, un producto genuino de la evolución de nuestro hockey, abrió el marcador a los 3 minutos. Y en la primera ocasión de córner corto, Barrionuevo aumentó. Se sabía del favoritismo del seleccionado, pero no tamaña ventaja a los 7 minutos. La amenaza de Paumen, la otra gran especialista de córners en el mundo, sólo se cristalizó con el tanto del descuento a los 9 de la segunda etapa. Pero este trepidante relato mundialista no admitía otro desenlace que el paraíso. Así, Rebecchi volvió asomar con su frescura y fiereza para asegurar la corona. Si bien todavía faltaban 16 minutos, no había forma de que se derrumbara la ilusión, por más que Aymar fue muy bien neutralizada.
Las Leonas ya son campeonas mundiales, pero no vaya a confiarse: son inconformistas por naturaleza e irán por más gloria.
Los recursos motivadores de Barrionuevo
